Georgia O'Keeffe | Explorando la naturaleza

Muchas artistas han encontrado en el caminar una fuente de inspiración y parte fundamental de su proceso creativo. Este es el primer post de una serie en la que descubriremos a algunas de estas mujeres que han hallado en esta actividad una conexión profunda, momentos de reflexión y una fuente inagotable de creatividad.
Una de las artistas que destaca en este sentido es Georgia O'Keeffe. Una pintora cuyo talento y legado trascienden los límites del arte. La obra de O'Keeffe está inextricablemente ligada a la naturaleza, pero también al viaje y al acto de caminar.

Georgia O'Keeffe en Ghost Ranch, Nuevo México

Georgia O'Keeffe es una de esas artistas que el mundo conoce poco, a pesar de que sus pinturas son extraordinarias. Sin embargo, su legado trasciende más allá de su talento artístico. O'Keeffe fue un ícono de la emancipación artística y feminista, una auténtica luchadora por la liberación del arte y las mujeres. A través de sus obras, desafió las convenciones sociales de su época, rompiendo los estereotipos de género y explorando nuevas formas de expresión. Su enfoque audaz y su determinación inspiraron a generaciones posteriores de artistas, así como a mujeres en busca de su propia independencia y libertad creativa.

:: Caminar para crear

Si algo le gustaba a O’Keeffe era caminar. Tenía la necesidad de conocer y conectar con otros territorios más allá de su natal Wisconsin. Caminar era su forma de vincularse con el entorno y dar inicio a su proceso creativo. Una apertura al mundo que le permitía agudizar los sentidos y renovar su curiosidad.

Además, Georgia fue una ávida viajera. Primero recorrió su país y a partir de 1953 emprendió numerosos viajes alrededor del mundo, en concreto O'Keeffe visitó más de 49 países en casi todos los continentes, aunque su corazón siempre estuvo cerca de la naturaleza, allí donde fuese.

Al igual que Friedrich Nietzsche, que aseguraba que para escribir se necesitaba la intervención de los pies, en referencia a la necesidad de andar para que el pensamiento fluyera, O’Keeffe caminaba para pintar después. Su proceso creativo siempre comenzaba fuera del taller. Necesitaba el movimiento para poder crear.

:: El descubrimiento de su estilo único

Georgia estudió en el Art Institute of Chicago y en el Art Students League de Nueva York, pero fueron las enseñanzas de Arthur Wesley Dow (1857 – 1922) fuertemente marcadas por los principios compositivos del arte japonés, las que la alentaron a realizar un arte que, basado en la naturaleza, tendiera a la abstracción.

Desde el principio, Georgia O'Keeffe comprendió que su obra debía reflejar su profunda conexión con el mundo natural. Para ella, la observación directa de la naturaleza era la fuente de inspiración más poderosa. Flores, cielos, montañas, calaveras y huesos de animales se convirtieron en su combustible creativo. Sus pinturas de flores, en particular, se volvieron icónicas, mostrando primeros planos de flores ampliadas hasta alcanzar el punto de abstracción. Esto permitió a los espectadores apreciar la belleza y delicadeza de las formas naturales de una manera completamente nueva.

«Rara vez nos tomamos el tiempo de contemplar realmente una flor. He pintado lo que significa cada flor para mí y la he pintado lo suficientemente grande como para que otros puedan ver lo que yo veo.»

Su obra impresionó a Alfred Stieglitz, un destacado fotógrafo y promotor del arte moderno, quien organizó la primera exposición individual de la artista en 1917. Al año siguiente, O'Keeffe regresó a Nueva York y se unió al grupo de vanguardia de artistas que se congregaban en torno a la galería 291, liderada por Stieglitz. En 1924, Georgia O'Keeffe contrajo matrimonio con Alfred Stieglitz, una unión que no solo fue importante en su vida personal, sino también en su trayectoria artística. 

:: El paisaje, inspiración inagotable

Georgia O’Keeffe  pasó su primer verano en Nuevo México en 1929, y allí encontró su lugar en el mundo. Un lugar que ejercería una gran influencia en su obra y en su vida. Fue allí donde encontró inspiración en la belleza única y la vastedad del paisaje desértico, así como en la cultura nativa americana.

«Cuando llegué a nuevo México supe que era mío. En cuanto lo vi, supe que era mi tierra. Nunca había visto nada así, pero supe que encajaba conmigo exactamente»

Con su cuaderno de bocetos en mano, O'Keeffe emprendía largas caminatas por el desierto, explorando y capturando las formas y colores que encontraba a su paso. Estas caminatas se convirtieron en una parte integral de su proceso creativo, ya que le permitían conectarse íntimamente con la naturaleza y absorber la esencia misma del paisaje. Las formaciones rocosas, los cielos infinitos y los detalles sutiles de la flora del desierto eran representados en sus pinturas de una manera única y provocativa.

O'Keeffe poseía una habilidad especial para capturar la grandeza y la simplicidad del paisaje a través de formas y colores audaces, lo que resultaba en una representación personal y subjetiva de la belleza natural. En este paisaje árido y monumental, Georgia renace como artista y adquiere la categoría de icono.

El interior de la casa refleja el estilo de vida y los gustos artísticos de O'Keeffe. Las habitaciones son amplias y luminosas, con grandes ventanales que enmarcan vistas panorámicas del paisaje circundante

O'Keeffe decoró la casa con objetos que encontraba en el desierto, como cráneos de animales, piedras y conchas marinas, que se convirtieron en elementos inspiradores para su obra.

:: Una casa en el desierto

En la década de los 40 O’Keeffe encontró una construcción de adobe abandonada y en ruinas en lo alto de una colina, junto al pueblo de Abiquiu, al norte de Santa Fe. Compró la propiedad en 1945 y durante los siguientes cuatro años supervisó su restauración, que estuvo a cargo de su amiga Maria Chabot. Se mudó definitivamente a ella en 1949, después de la muerte de Stieglitz. Le encantaban los viejos jardines, así como la famosa Puerta Negra, que pintó una y otra vez.

«Mientras subía y caminaba por las ruinas, encontré un patio con una casa con un pozo muy bonito y un balde para sacar agua. Era un patio de buen tamaño con un largo muro con una puerta a un lado. Esa pared con una puerta era algo que tenía que tener»

La casa de Abiquiu, conocida como Ghost Ranch, junto con su jardín y las impresionantes vistas que la rodeaban, se convirtió en su refugio y en una fuente de inspiración para el resto de su vida. Inmortalizó el paisaje alrededor de su casa, en todos sus estados de ánimo y colores

La casa en sí misma era un testimonio del estilo de vida único y en armonía con la naturaleza que O'Keeffe llevaba. Con sus gruesos muros de adobe y sus amplios ventanales que enmarcaban las impresionantes vistas del paisaje circundante, era una combinación de elementos de la arquitectura tradicional del suroeste de Estados Unidos con un estilo moderno y minimalista. Ghost Ranch se convirtió en un lugar sagrado donde podía sumergirse en su arte y encontrar la paz interior. Era evidente su amor por la naturaleza en cada rincón de la casa y su pasión por recolectar rocas, cráneos de vacas y otros tesoros del desierto que terminaban formando parte de la sencilla decoración y que luego se convertían en protagonistas de sus pinturas.

Vivir en Ghost Ranch representaba para O'Keeffe una especie de libertad, a pesar de las dificultades de estar aislada, sin electricidad y sin teléfono. Aquí, su rutina diaria se caracterizaba por la reverencia hacia los rituales simples y la claridad interior que le permitía estar plenamente presente en cada momento. Se levantaba temprano y daba largos paseos con sus perros antes del desayuno. Luego, regresaba al desierto para pintar, utilizando su Ford Modelo A como estudio móvil, y al finalizar el día, disfrutaba de otro largo paseo antes de la cena.

«A menudo nos alejábamos del pueblo al atardecer. No había carreteras asfaltadas ni vallas, ni árboles; parecía el mar, pero era una tierra muy amplia. El lucero de la tarde estaba en lo alto del cielo del atardecer cuando todavía era de día. Esa estrella vespertina me fascinaba…Solo tenía que caminar con ella hacia la nada y hacia el amplio espacio del crepúsculo»

En Abiquiu, vivió, paseó, se adentró en las montañas y pintó lo que veía y sentía hasta el final de su vida. Después de la muerte de O'Keeffe en 1986, la Casa de Abiquiu se convirtió en un museo administrado por la Fundación Georgia O'Keeffe.

El legado de Georgia O'Keeffe perdura en la actualidad, inspirando a artistas y mujeres de todo el mundo. Su valentía y su visión artística única continúan desafiando las convenciones establecidas, animándonos a cuestionar los límites y a buscar nuestra propia liberación artística y personal.

El estudio, con amplias ventanas que aprovechaban al máximo la luz natural y ofrecían vistas inspiradoras, fue testigo de la creación de muchas de las obras más importantes de O'Keeffe.

Hay algo inexplicable en la naturaleza que me hace sentir que el mundo es mucho más grande que mi capacidad de comprenderlo – intentar entenderlo tratando de plasmarlo. Encontrar la sensación de infinito en la línea del horizonte o simplemente en la próxima colina
— Georgia O'Keeffe

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